El Dulce Antojo del Refresco
A la hora de la comida, en la mayoría de las mesas mexicanas, hay por lo menos una botella de refresco. Es una costumbre. Por alguna razón, los alimentos no saben igual a falta de él. Pero este antojo dulce que nos sigue aún, después de comer (y antes), ha llegado a causar una población obesa con todo lo que conlleva esta enfermedad. Veremos cómo llegamos hasta acá y por qué, las cifras de la industria refresquera, los remedios propuestos para rectificar el problema, las nuevas tecnologías que han surgido para sustituir el azúcar y los nuevos productores que han entrado en el mercado.
Mega-Inversiones
Seguramente, el refresco no siempre ha sido parte de la cultura mexicana, sino que fue un producto introducido por los norteamericanos. El consumo de refresco aumentó un 60% en México, entre 1989 y 2006, que coincide con la entrada de tratados de libre comercio. En 1999, la inversión estadunidense en el sector de los alimentos procesados fue de 5.3 mil millones de dólares. Esta cantidad es más del doble de los 2.3 mil millones que se registraron un año antes de la firma del tratado libre y 25 veces más de la inversión de 1987.
En las tiendas de la franquicia de Oxxo que cuentan con 14,000 puntos de distribución y en las más de 400 mil tienditas de México, se vende todo tipo de comida chatarra, que por supuesto, incluye a los refrescos. Estos artículos están a precios muy asequibles y si se consideran los ingresos promedios de los mexicanos, es sencillo entender que se consumen como una manera económica de saciar el hambre. A las tienditas del país hay que sumar las cadenas comerciales de distribución, como Wallmart, por ejemplo. A consecuencia de los precios bajos de los productos chatarra, se le facilita su introducción a los hogares.
Alarma
A razón del rápido y alarmante crecimiento de la obesidad en el país, en 2014 los refrescos fueron agregados al IEPS o Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios. Este impuesto les trajo a los refrescos un gravado de 1 peso mexicano por litro. Aunque la medida fuera enfrentada con escepticismo, aquel año hubo una baja del 12% en el consumo de bebidas azucaradas y un aumento de 4% en las bebidas sin impuesto, como el agua natural. El IEPS actual (2022) es de 1.3936 pesos por litro, 9 centavos más que el del año pasado.
Aun con las medidas tomadas por el gobierno, el consumo de refresco es extremadamente alto. Sí, se ha disminuido a 102.7 litros por persona en 2021 comparado con los 112.4 del 2020, que se traduce en 8.6% de caída. Sin embargo, en 2021 se consumieron 310 litros de agua embotellada, lo que significa que por cada tres litros de agua que toma el mexicano, consume casi uno de refresco.
En diciembre de 2021, el valor de venta de refrescos y bebidas no alcohólicas producidas en México ascendió a más de 20,000 millones de pesos mexicanos, frente a los 18,000 millones de pesos del mismo período del año anterior. En 2021, los valores oscilaron entre 15,000 y 21,500 millones de pesos. Cabe mencionar que dentro de estas estadísticas, también está el agua embotellada. De hecho y como nota de esperanza, Coca Cola FEMSA (KOF), una de las embotelladoras más significativas de México, reportó una recuperación en el volumen de ventas que se vieron afectadas por el COVID-19, con un crecimiento de 17.2% en las aguas embotelladas y bebidas no carbonatadas, mientras que los refrescos apenas llegaron a tener el 0.7%.
El Factor Calórico
Si nos referimos a calorías, es porque México, hoy en día (2022), ocupa el quinto lugar de obesidad mundialmente, con un incremento de 1.6% anualmente para llegar a tener, según estimaciones, un 36.8% de la población padeciendo este mal, hasta el 2030. Tomando en cuenta los números anteriormente mencionados, es más que obvio que gran parte de este problema es a causa de la cantidad de calorías que contienen los refrescos. Las refresqueras, como respuesta, intentan moderar las calorías de sus productos. Según reporta la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC), se han reducido un 15% en cada 100 ml de bebida en promedio. De 40 calorías en 2008, a 34 en 2020, con la esperanza de llegar a 29 en 2024.
Sin embargo, las calorías se han logrado bajar a través del uso de edulcorantes, en su mayoría artificiales, como aspartamo, estevia, acesulfamo-k y sucralosa. Estas sustancias tienden a ser mucho más dulces que el azúcar y a consecuencia, se utiliza una cantidad menor para endulzar un refresco. Además, su valor calórico, también es menor. Entonces, la idea es que se emplee una sustancia con menos calorías y en cantidades menores de las que serían necesarias para endulzar el mismo volumen de producto con azúcar. ¿Suena demasiado bueno para ser verdad? Puede ser y por ello, hay un sin fin de estudios e investigaciones que se realizan cada año para comprobarlo.
Es verdad que en algunos de estos edulcorantes (variando la enfermedad indicada de uno al otro), se ha detectado el posible incremento de la evolución de cáncer, la probable causa de disbiosis intestinal o una alteración en el balance de las bacterias intestinales, e incluso el peligro de desarrollo de ¡diabetes! Aun así, estos resultados se han visto en el consumo excesivo de estas sustancias y son relativos a los efectos del abuso de azúcar, ya conocidos desde hace años. Una vez más, llegamos al eslogan popular, “todo con medida”.
Sustancias Mejoradas y Actores Nuevos
Un producto con las cifras de venta que tiene el refresco, no se suelta fácilmente. Ni el gravamen del gobierno ni los riesgos de salud causados por los niveles de azúcar que lleva, pueden desalentar a sus fabricantes. A los impuestos, la respuesta es el incremento de precio y al aumento del peligro sanitario, la ciencia. Actualmente, se han desarrollado sustancias alternativas al azúcar, como el Alulosa, el Incredo y el Supplant, que enfrentan el endulzamiento de un producto en maneras distintas. Por ejemplo, el Alulosa es un tercio dulce que el azúcar, pero también, contiene una décima parte de las calorías. Además, la mayor parte de esta sustancia, se excreta en la orina con la consecuencia de no impactar tanto a los niveles de azúcar en la sangre.
En los últimos años, ha aparecido en el mercado una nueva generación de productores de refrescos de bajas calorías. Sus creaciones vienen en varias combinaciones de sabores, dependiendo de la empresa, como por ejemplo, Guayaba-Cardamomo, Jamaica-Granada, Tamarindo-Chile, Limonada-Lavanda y sus propias versiones del sabor favorito de México, Kola, para mencionar algunos.
En lugar del uso de edulcorantes artificiales, este conjunto de bebidas carbonatadas hace mayor uso de los naturales o una combinación de los dos. Por ejemplo, “Búho” utiliza jugo de frutas, jarabe de agave azul y estevia, mientras que “Sebbe Soda” declara que se usa solo jarabe de agave azul. El producto que fabrica “Mantra Kombucha”, emplea azúcar que se consume en gran parte por las bacterias necesarias para producir el probiótico. Aun así, no falta el azúcar.
Pero, aunque no se utilice azúcar, hay argumentos acerca de la sanidad de los jarabes. En su mayoría, se utiliza jarabe de agave azul, como se ha mencionado anteriormente, o el de arce, también conocido como miel de maple. De los varios estudios realizados para llegar a cuál de los dos es mejor, la conclusión es que probablemente, el de arce porque contiene menos fructosa. Y es la fructosa que en este caso causa la polémica. El jarabe de agave puede contener hasta un 80% de fructosa, un azúcar que en estas cantidades, al ser metabolizada por el hígado, produce una estimulación rápida de la lipogénesis y de triglicéridos, favoreciendo a largo plazo la acumulación de grasa, sobre todo en el abdomen. Así que de nuevo llegamos a lo sano, no tan sano.
¿Un Futuro sin Refrescos?
A menos que haya un cambio radical en su manera de endulzamiento, es muy improbable que se santifique el refresco. Sin embargo, es más que comprobado que no es lo sano que le atrae a la gente a este dulce antojo. Lo más probable es que el pronóstico del incremento de la obesidad se vuelva verdad y que esta enfermedad siga cobrando vidas. Por supuesto que en los años por venir, se puede esperar una baja relativa en las cifras de su consumo, pero ¿será realmente significativa? Queda por verse.