3 Crónicas de Tianguis y Mercados en Atenas
Últimamente, ando nostálgico de México. Se me vienen imágenes de lugares que solía frecuentar. Tiendas, cafés, puestos de comida y partes de varias ciudades que he recorrido. No se porqué pero ¡tengo constantes destellos de memoria de los tianguis y de los mercados! De gente gritando y enseñando su mercancía en su afán de vender. Acercándose a su prospecto cliente, preguntando, “¿Qué le mostramos patrón, qué se le antoja? Tengo…”, seguido por un gran listado de sus productos, pausando de vez en cuando para mencionar el maravilloso uso de tal artículo y pasando al siguiente transeúnte cuando se da cuenta que no le va a comprar el anterior.
Contenido
Primer crónica: Mercado sobre ruedas – el tianguis del martes
Video: El tianguis del martes
Segunda crónica: Mercado Central de Atenas (Varvakios)
Video: Mercado Central de Atenas (Varvakios)
Galería: Algunos comercios de las calles aledañas al mercado “Varvakios”
Tercer crónica: La Central de Abastos ateniense
Video: OKAA time lapse
En México, saliendo a la calle uno se une con su alrededor, vibrante y colorido. Las ciudades están vivas, la gente cálida. En contraste, las ciudades de Europa son más ordenadas. Hay menos gente vendiendo en la calle y cuando lo hace, se ve y se siente más formal y establecido. No hay huacales con charolas encimadas, repletas de juguetes, relojes y un sin fin de chucherías. Todo es de un tono mas sublime, más estructurado, más sistematizado. ¿O puede que no sea así?
Atenas, la capital de Grecia, se ubica en una península europea que se moja por las aguas del Mediterráneo y está a los límites de la Unión Europea. Hacia el este se encuentra Turquía, Siria y el Medio Oriente y al sur, está África. Nacido y parcialmente criado en la ciudad de Atenas, no puedo decir que tengo memorias de una urbe reglamentada y acondicionada a las normas europeas. Y aunque eso fue hace tiempo, viviendo aquí los últimos cuatro años, las cosas no se ven muy cambiadas que digamos. Claro, hay más orden que en aquel entonces pero si se compara con las actuales metrópolis de Europa, las diferencias son notables.
Despertando mi curiosidad, decidí investigar el asunto y ver qué tantas similitudes con los mercados de México encontraría. Hablando de mi reciente inquietud a Berenice, mi esposa y compañera del blog, le llamó suficientemente la atención para sacudirnos y ponernos en marcha. Y así empezamos a meternos en los varios tipos de mercados que encontramos en nuestra fijación de saber más de los de este país y su cercanía a los de México.
Separo este reportaje en tres partes. Tres crónicas en las que les contaré de nuestras visitas a tres mercados distintos de carácter y formación. El primero, el más accesible a nosotros, es él donde acostumbramos realizar nuestras compras. Uno de “sobre ruedas”, móviles o mercadillos, mejor conocidos como tianguis en México. El segundo es el mercado central de Atenas y como último, la central de abastos o mercado para mayoristas. ¡Empecemos!
Primer crónica: Mercado sobre ruedas – el tianguis del martes
Los tianguis fueron mi primer contacto con los mercados al regresar de México. Se desplazan en todas las zonas de la ciudad una vez por semana y se puede encontrar frutas y verduras, pescados y mariscos, ropa y zapatos, plantas y flores y artículos y productos para el hogar. En realidad, funcionan como un supermercado pero se supone que su mercancía se ofrece a precios más bajos. A pesar de que esto sí, es cierto cuando a frutas y verduras trata, en general es bueno comparar precios ya que muchos productos se pueden hallar con generosos descuentos en el supermercado.
El tianguis de nuestra zona se pone cada martes y nosotros lo visitamos fielmente. Es aquí donde nos topamos con la primer diferencia entre los tianguis de México y los de Atenas: la carne y el pollo faltan por completo. El razonamiento detrás de eso es que sin refrigeración, su venta podría ser un riesgo sanitario. Los pescados se salvan de la regla por exhibirse en hielo.
Aunque, vamos a surtir nuestros vegetales y frutas, mi esposa y yo empezamos desde la ropa para ojearla y avanzamos a los productos que nos interesan, las verduras. Se sugiere ir temprano para alcanzar lo más fresco pero esto se puede argumentar sabiendo que los productos en venta son perecederos, lo que quiere decir que sus precios bajan según avance el día.
Sin embargo, muchas veces comprar más tarde, puede resultar en un bumerán ya que en días concurridos, lo fresco termina pronto. Sea la hora que sea, el truco para lograr comprar la mejor calidad por valor, es recorrer los puestos dos veces, fijándote en los precios y la calidad de todos en la ida y comprando de vuelta.
La verdad es que como casi todos, tenemos nuestros puestos favoritos. En su mayoría, son lugares de donde hemos comprado varias veces, quedándonos satisfechos la mayoría de ellas. Aún así, mucho tiene que ver con el trato que se le da al cliente. Una cara sonriente puede rebasar calidad y precio, por lo menos algunas veces. Un vendedor ágil con labia puede deshacer de su mercancía rápidamente, aunque no sea de la mejor del tianguis. Pero eso es algo conocido y válido en todo el mundo de la compra-venta como también conocido es que el cliente siempre tiene la razón ya que es él que decidirá a quién dejar su dinero.
Así que marchamos dentro de los pasillos del mercadillo, mirando de banco a banco, buscando los productos que llegarán a ocupar un lugar en nuestra canasta de compras. Tienen que tener unos rasgos comunes aquí y en China…y por supuesto, ¡en México! Son los famosos 3B o bueno, bonito y barato.
Sin embargo, ver la calidad de la mercancía es una cosa y ver o más bien fijarte en el precio, es otra. Lamentablemente, todavía encuentras letreros con los céntimos escritos en letras chiquitas, lo que hace distinguir el verdadero precio, difícil, especialmente para la gente mayor y de vista pobre. Después de todo, entre .00 y .99, hay casi un euro y ¡es invisible!
Nuestra primer parada es con el chavo que vende quelites, hierbas y hortalizas en general. Visitamos su puesto porque él es de los pocos que casi siempre trae cilantro, una hierba que no gusta mucho a la mayoría de los griegos, a pesar de ser la más utilizada del mundo. Por tal efecto, fuera de las estaciones de lluvia, el cilantro es difícil de hallar.
Pero nuestro amiguito, sabiendo la importancia que le damos los mexicanos, nos complace y nos tiene unos manejos guardados para que no se nos rompan las aguas. No pasa ocasión sin que agregue alguna hierba de regalo. Después de todo, las relaciones públicas y el marketing, van de la mano.
La siguiente parada es con él que vende aceitunas para comprar las de Kalamata que tanto me gustan a mi en lo personal. Siempre muy gentil el joven, nos ofrece probar de las variedades que maneja. A veces compramos de las verdes, otras de las negras en vinagre. La aceituna tiene su valor bien enraizado con el pueblo griego. Ha estado en su dieta por miles de años y se busca como los chiles por los mexicanos. Compramos un medio kilo y seguimos nuestro camino.
Ahí, donde terminan las frutas y verduras, están las señoras de los cacahuates y los dulces. Madre e hija. Las dos quieren aprender hablar español y hacen su esfuerzo pero lo ven como imposible. Nos dicen un “come estay” y se ríen, sabiendo que no lo dijeron bien. No le hace, es el esfuerzo que importa. Es este esfuerzo que nos tiene convencidos de que venden los cacahuates más frescos de todos los puestos.
También, nos gusta que tienen su terminal para recibir tarjetas de crédito/débito. Es una muestra de ganas de vender en condiciones ciertamente difíciles, tomando en cuenta la crisis de la cual apenas está saliendo el país. Pero me explico.
Desde hace como un año, tener terminal en todos los puntos de venta, incluso puestos, taxis y cobradores, es obligatorio. Esto implica que un porcentaje de la venta se aparte para la comisión del banco, cosa que ¡puede volver infeliz a cualquiera! Para estar felices entonces, la mayoría de los puestos las tienen escondidas. Aún así, pagar con tarjeta en el tianguis es algo totalmente desconocido en México, hasta ahora. Sin embargo, tampoco es algo deseado por los comerciantes de aquí.
Nos echamos nuestro kilito en la canasta y seguimos hacia los pescados, siempre mirando a la mercancía y los precios para localizar las gangas. De repente, nos llega el inconfundible olor a carne asada. A nuestra izquierda, un hombre se ocupa de llenar su parrilla con “souvlaki”, las brochetas de trozos de carne de puerco cuya fama se ha expandido mundialmente. Las cuida meticulosamente para que no se le quemen, girándolas en intervalos hasta llegar la hora de retirarlas del fuego. Aunque no tenga hambre uno, se le abre el apetito pero somos bastante disciplinados ya y podemos aguantar el antojo. Lo pasamos con “indiferencia”.
En contraste a los tianguis de México, los de Atenas no ofrecen mucho de comida preparada, probablemente por reglamentos de higiene. En el de nuestra zona, solo se pone él del “souvlaki” y he presenciado otros tianguis sin absolutamente nada de comida. A veces, te topas con algún “foodtruck”, curiosamente conocido como cantina o “καντίνα” en griego pero aún así, hacen falta los antojitos de México.
Llegando a la sección de pescados, se siente un cambio fuerte de olor. Se llena el aire con los aromas del mar y se antojan las playas repletas de restaurantes de mariscos. A pesar de las 6000 islas dispersas en el mar egeo y jónico, 227 de las cuales son habitadas, la delicias del mar no son baratas en Grecia. Menos los camarones que se importan de Tailandia en su mayoría. A consecuencia de ello, faltan casi por completo los cocteles y siendo peces de mar y no de oceano, el pescado se tiende a prepara en otras maneras que las acostumbradas en México. Todavía rico pero distinto de sabor.
Giramos para tomar el camino de regreso y de la compra. Ya sabemos a donde ir. La señora que está casi al principio tiene buenas papas y a buen precio. Hoy, también vimos fresas más baratas que en México. A solo ¡3 euros el huacal! Este, sí que es un ofertón.
Nos lo compramos aún sin saber como se iba a llevar a casa. La fresa se puede encontrar a precio bajo, solo dentro de su temporada en Grecia. El resto del tiempo, se importa de Israel y es distinta de sabor y por supuesto, de precio. ¡Hay que aprovechar, haciendo una riquísima nieve!
Hay sandías, melones y melocotones. Los jitomates son de maravilla y también, los pepinos para prepararnos unas exquisitas ensaladas griegas acompañadas de queso feta , esparcido con orégano que está a la par con el de México.
Hay piñas y mangos petacones, la mayoría de la isla de Creta o importados de África y también, se puede hallar aguacate de la misma procedencia con la desventaja de que casi siempre son inmaduros y se tienen que envolver en periódico y esperar hasta que lleguen a su punto. Nada de “deme uno para hoy, uno para mañana y otro para pasado mañana”. Eso es de lujo aquí.
En cambio, hay una escasez notoria de las demás frutas tropicales como la papaya y la guayaba, para mencionar dos. También de tubérculos, como la jícama, aunque se puede encontrar camote y por supuesto, ni pensar en hallar tamarindo. Hablando de tamarindos, los griegos no acostumbran tomar aguas de sabores y hablando de aguas, tampoco son muy amigos de los refrescos.
Y ¿que sería un tianguis sin puestos atascados de chiles? Sería un tianguis en Grecia ya que los griegos en su mayoría, tampoco son amantes de lo picante aunque, cada vez hay más gente buscando salsas y comidas que “enchilan”. Si buscas y tienes suerte, puedes encontrar algún chile medio-picosillo pero no es tan fácil. Tendrías mejor resultados yendo al mercado del centro de la ciudad o mejor aún, a la central de abastos, pero hablaremos de ellos más adelante.
Nuestro martes de tianguis termina con la parte menos sensacional que es la cargada de la compra a casa. Muy acalorados, uno jala y empuja el carrito, mientras que el otro carga el huacal. ¡Ni modo que se deje todo en plena calle!
Segunda crónica: Mercado Central de Atenas (Varvakios)
Como mercado establecido, elegimos visitar al mercado central de la ciudad de Atenas. Este se especializa en la venta de carnes y pescados y está situado en pleno centro de la ciudad con vista al Acropolis. Aquí, se puede topar con el clásico bazar de Monastiraki a unos 500 metros de distancia y apreciar una plétora de negocios que venden mares de mercancía al estilo de calles como Correo Mayor, Moneda o Argentina en la Ciudad de México. Como no podrían faltar las frutas y verduras, también las hay que aparte de las variedades localmente acostumbradas, ofrecen algunas del subcontinente indio, de donde vienen sus dueños.
La estructura que da techo al mercado “Varvakios”, así nombrado por el arquitecto que la edificó, se terminó de construir en 1886. Su terminación que había tardado, se agilizó después de un gran incendio provocado en 1884, que deshizo de los viejos negocios de la zona que funcionaban desde los días del imperio otomano. En un edifico neo-clásico de tres alas, se ofrece carne y pescado mientras que las verduras se extienden hasta la calle donde hay tiendas que ofrecen especias, legumbres, carnes frías y una gran variedad de alimentos.
Galería
Algunos comercios de las calles aledañas al mercado “Varvakios”
Hace muchísimos años que no visitaba este mercado, desde los años de mi juventud. A diferencia con los tianguis griegos, este mercado tiene puestos de comida en su interior que por lo menos en el pasado, tenía algunos que se quedaban abiertos hasta la madrugada. Estos locales madrugadores ofrecían “patsá” (πατσά) y “gloses” (γλώσσες) que traducido sería un especie de menudo y lenguas de res, respectivamente. De chavos, nos rodaríamos a alguno de dichos establecimientos después de una buena borrachera para comer ya que el “patsá” como el menudo, se considera milagroso para la cruda.
Aunque estos restaurantes no tienen la clientela que tenían en el pasado, todavía hay unos últimos en la periferia del mercado, algunos de ellos con sus puertas abiertas desde el siglo 19. Sin embargo, los que nosotros vimos en nuestra visita, ofrecían comida tradicional griega y mariscos y pescados. Es bueno saber que si llegas a tener hambre surtiendo la despensa, te puedes sentar y disfrutar de unos ricos y frescos platillos.
Cruzando la “calle de Atenea” (Αθηνάς) para entrar en el pasillo central, nos quedamos peligrosamente en medio del tránsito, cautivados por la escena que se aprecia al mirar hacia la derecha: la peña sagrada como se conoce por los griegos, donde orgullosamente se sienta el Acrópolis. Pocos mercados pueden presumir ¡una vista como esta!
Despertando por los pitidos de los cláxones, rápidamente pasamos al otro lado de la calle y entramos en el mercado. Colgados y extendidos, se despliegan varios cortes de carne para la evaluación del comprador, esperando ser metidos en alguna bolsa de mandado. Los precios son bajos comparados con las de las carnicerías, ya que es aquí donde surten todo lo que ellas venden. Se exhibe, carne de res y de cerdo pero también, de cabra y borrego, encerrada en mostradores de vidrio que ayudan a protegerla de las moscas que siempre rodean esta mercancía.
Lentamente, avanzamos por el pasillo, pasando puesto tras puesto de todo tipo de carne, con gritos y llamadas de invitación para apreciar sus bienes. A pesar de los tantos kilómetros que separan a México de Grecia, uno que entiende el idioma no se deja de sorprender con la similitud del contenido de las incitaciones en ambos países. “Pasenle, pásenle”, “¿qué le damos?” y “mire a esta chulada, patrón”, son algunas de las que se oyen a nuestro alrededor, obviamente todo en griego, aunque si te ven la cara de extranjero, inmediatamente se cambian al son de inglés.
Seguimos dando la vuelta al corredor pero nos llama la atención un pasillo, corto y estrecho, que da a otra galería. Decidimos probar suerte y nos atravesamos el hueco que separa los dos pasajes. ¡El cambio de olor es repentino! La esencia del mar nos envuelve y en lugar de trozos de carne enganchados, hay pescados tendidos en camas de hielo.
El mismo murmullo, con coronas de ululatos de ofertas, esta vez promocionando pescados y mariscos, algunos obtenidos de los mares y océanos del mundo, aunque en su mayoría son del Mediterráneo. Camarones y gambas y calamares y sepias, por un lado con charolas de almejas y pulpos en hielo, por el otro. Cuadros de papel yacen diagonalmente en cubetas, listos para enrollar en conos y envolver la mercancía. Un poco más adelante, hay de todo tipo de pescado a precios bastante llamativos, considerando su costo en las pescaderías de la ciudad o hasta que en el tianguis de nuestra zona.
Salimos del edificio con ganas de investigar las calles aledañas. Sabíamos que en esta zona se ubican las tiendas de especias más surtidas de la ciudad y estando en búsqueda constante de chiles secos e ingredientes para nuestros platillos mexicanos, nos fuimos rumbo a una de las más famosas. ¡Cambio total de paisaje! Entramos en una tienda de estilo rústico con trenzas de chiles y de ajos colgadas en su portón.
Aquí huele rico, a canela, pimienta, anís, orégano y otros saborizantes, usuales y no tanto. Vainilla y aceites aromáticos, así como harinas y sales. También, hay flor de jamaica que no se acostumbra tanto aquí, costales de varios tipos de arroz y enlatados de varias frutas en almíbar. Compramos nuestro kilo de basmati y dos bolsas de flor de jamaica, de a euro cada una y salimos de nuevo a la calle.
Inmediatamente en frente, hay una tiendita atractiva y distinta a las demás. Nos acercamos para ver de que trata y con asombro nos damos con varios frascos de salsas picantes y botes de chiles secos, mexicanos y de otras partes del mundo. El propietario, un joven muy atento a su negocio, muy amablemente nos explicó de sus productos y abrió los botes de los chiles para que los oliéramos y tocáramos, así atestiguando su frescura. Las salsas que maneja, no solo son mexicanas sino de varios otros países de cocina picante, varias siendo de Estados Unidos. Para seguir con nuestra visita, nos despedimos de él por el momento. Nos comentó que se iba de vacaciones en unos días y le prometimos regresar en Septiembre, cuando abriera de nuevo.
Lo bueno de este mercado es su ubicación tan céntrica que incluso, nos puso a pensar que fácilmente, podríamos realizar nuestras compras ahí, encontrando una gran variedad de mercancía a precios mucho más asequibles que las carnicerías de nuestra zona. Además, una visita a este área, es una aventura culinaria y no solo, ya que ofrece paseos entre mercancía que no es tan fácil conseguir por otros lados. Definitivamente, regresaremos.
Tercer crónica: La Central de Abastos ateniense
En otra parte de la ciudad, al suroeste, se ubica el mercado de venta al mayoreo, conocido por la mayor parte de la población como mercado de verduras. No solo provee a las recauderías de Atenas, las de Pireaus, ciudad portuaria que limita con la capitalina y prácticamente, a las de todo el país, sino que en los últimos años, se ha expandido a incluir carnes y próximamente, pescados y mariscos. En un espacio que ocupa alrededor de 26 hectáreas, se puede surtir de unas 350 tiendas que ofrecen sus frutas y verduras a precios de mayoreo.
Como buenos mexicanos-griegos (tenemos algunos dones en común), entramos por la salida y salimos por la entrada. Al entrar el recinto, el primer pasillo yacía a lo ancho, frente a nosotros. Empezamos a recorrer sus establecimientos para conocerlos y ver los productos que ofrecen. Las tiendas son elevadas con un anden que pasa por delante de ellas y que sirve para que los trailers se acoplen para descargar su mercancía. Así que por un lado están los negocios, mientras que por el otro, los camiones y pallets llenos de mercancía, esperando que se acomoden en su interior o que se lleven al negocio que venderá los productos que cargan.
En el pasillo que se forma en medio, los compradores andan revisando y apartando las frutas y verduras que se surtirán. No fuimos temprano, cuando está el mercado en sus momentos más vivos, más que nada para no estorbar y ser empujados en nuestro intento de registrar todo lo que sucede alrededor. El primer recuerdo de México tocó nuestros oídos en forma de silbidos. No tan fuertes quizá, considerando la baja congregación de gentes, pero con el mismo propósito de no atropellarnos los diablitos pesados. Nos lanzaríamos en huecos formados por cajas, tomando fotos y videos de lo sucedido.
Por estar en pleno verano, había mucha sandía y melón, seguidas por las demás frutas veraniegas como melocotones, fresas, tomates y algunas pocas uvas que apenas estaban por cosecharse. No faltaban las de casi todo el año como manzanas, peras, kiwis, plátanos, etc. Hay que tomar en cuenta la ubicación geográfica y el tamaño del país para entender su disponibilidad. Toda su superficie es de casi 132,000 km², contando las alrededor de 6000 islas que forman parte de su soberanía. La montaña más alta es Olympos, el hogar de los dioses antiguos, con una elevación de casi 3,000 metros sobre el nivel del mar. El terreno que posee la pequeña nación, simplemente no permite la producción de grandes variedades de frutas y las que se dan, se cosechan en las temporadas que maduran. Todo que se comercialice fuera de su tiempo, o se importa o crece en invernaderos.
Pero que sorpresa que nos llevamos cuando preguntando, pudimos localizar ¡tomatillos! Aunque nos quedamos con el antojo por no tener ese día, consideramos que nuestro hallazgo fue bastante importante. Según el encargado, seguido les llegan productos de México.
En su mayoría, las frutas que vimos eran las que usualmente se ofrecen, pero también, hubo de importación. Pasamos por exóticas, no endémicas de Grecia, como papayas, nonis, mangos y piñas. Había aguacates que crecen en la isla de Creta o que se importan, en su mayoría de África. Nos quedamos boquiabiertos al ver grandes cantidades ya maduros, que no suele pasar en los otros mercados. ¡Lástima que no conviene viajar unos 40 kms. ida y vuelta, para comprar los del día!
A primer vista, había pimientos verdes, rojos y naranjas, los “quérato” (κέρατο) que son parecidos a los güeros y que vienen en variedades picosas y no picosas y el “florinis” (φλωρίνης), pimiento rojo que originalmente llegó en las carabelas de Colón pero que lamentablemente, no pica. Lo que normalmente se ve en todos los mercados. Con la esperanza de encontrar alguno que pique, empezamos a revisar la mercancia con más diligencia y efectivamente, dentro del mar de los pimientos “mortales” que aquí se dan, hallamos ¡jalapeños y serranos!.
En lo que va de hierbas, hay lo que mayormente se encuentra en todos los mercados, aunque el cilantro, con más facilidad aquí. Hay perejil, hierba buena, eneldo, tomillo y otras más y por supuesto, todos lo quelites que se acostumbran en el país.
Pasando los cinco juegos de complejos que se extienden en filas de dos y a un costado del mercado, están las 25 tiendas de carne y el espacio donde se construirá el mercado de pescados y mariscos. Se llaman tiendas donde se han establecido las carnicerías que se han juntado al proyecto pero en realidad, por fuera parecen más puertas, similares a las de los aeropuertos, donde se aproximan los trailers, casi encajándose para cargar y descargar su mercancía. Nos acercamos para preguntar ya que no se veía movimiento y entrando por la puerta que está al lado de donde se acoplan los camiones, estaban sentados tres hombres que nos explicaron que los compradores entran para escoger su carne y después, se les manda o si prefieren, se la llevan en transporte propio.
Se trata de espacios de elaboración y almacenamiento de carnes y sus derivados. Cabe mencionar que el mercado de frutas y verduras, el de carne y el de pescados y mariscos, cuyo funcionamiento se ha aprobado para concentrar los 11 mercados de pesca regionales dispersos alrededor del país, pertenecen todos al Organismo de Mercados Centrales y de Pesca (OKAA por sus siglas en griego), la empresa más grande de administración de parques alimentarios en los Balcanes.
Además, dentro de la misma agrupación de mercados, funciona el “Mercado del Consumidor” o la sección de comercios que ofrecen su mercancía a precio de menudeo. Las tiendas que componen este apartado ofrecen carnes, pescados, productos regionales, congelados, frutos secos, verduras y abarrotes en general. Los productos están en espacios cuidados y amigables al comprador pero más que nada, son de excelente calidad y se ofrecen a precios muy asequibles.
Una de las tiendas que entramos fue de productos de la isla de Creta, con productos orgánicos elaborados por varios productores que se unieron para ofrecer sus mercancías a la gente de la capital del país. Otra que visitamos, una recaudería, dirigida por una familia con años en el comercio mayorista, ofrece sus productos al consumidor a precios de mayoreo, en el espíritu de este mercado. También, nos llamó la atención una pescadería que vende ¡cerveza con agua del mar! y agua del mar de a litro por una máquina despachadora. En general, nos quedamos con un buen sabor de todos los negocios que encontramos en el “Mercado del Consumidor” que aparte de ser la sección de venta al menudeo, tiene negocios de café y comida.
Como he mencionado, salimos por la entrada para ir a la estación del metro, a unos 700 metros. Aunque algo alejado de la gente como nosotros que viven en los suburbios del norte de la ciudad, la ubicación de la emergente Central de Abastos de Atenas, es perfecta estando entre las líneas del metro, las de tren suburbano y la autopista que prácticamente es la médula espinal que conecta a toda Grecia. Además, está muy cerca a la ciudad portuaria de Piraeus, el octavo puerto más concurrido de Europa en cuanto a movimiento de contenedores se refiere y también atiende a los suburbios del suroeste de Atenas. Este mercado, definitivamente se ha construido exactamente donde se debía construirse.
Resumen
La verdad es que disfrutamos mucho de nuestras aventuras en los mercados y tianguis de la capital de Grecia. Nos dio la oportunidad de conocer los productos que aquí se ofrecen y sus puntos de venta. Compararlos con los respectivos de México es un poco como poner a dos luchadores de distintos pesos en la misma arena.
Contrastando la Ciudad de México con toda Grecia, lo primero que se destaca son sus poblaciones. Con un estimado de 21 millones de gentes, la CDMX se separa claramente de la de Grecia que solo llega a la mitad. Ni hablar de los solo 5 millones de habitantes de Atenas.
Es fácil comprender que los mercados de México que atienden a tanta gente, tienen que ser mucho más grandes. Aún así, los de ambos países tienen la misma finalidad: proveer a la población productos de alimentación. Para abastecer una zona, una ciudad o un país, se necesita una infraestructura que puede que sea similar pero que siempre depende de la gente y su cultura en su funcionamiento.
La nuestra fue una investigación en el lugar de nuestra residencia sin embargo, nuestro interés y ganas de conocer se extiende a toda Europa y hasta que más lejos. Personalmente, a donde sea que haya viajado, siempre hago tiempo para visitar los mercados locales y conocer sus productos.
Diario, somos testigos de una gran cantidad de mexicanos expatriados y otros amantes de nuestra cultura culinaria, que preguntan y ofrecen consejos por las redes sociales, acerca de dónde encontrar productos del país azteca y qué usar en su lugar. Hay mucha gente, recién llegada al continente viejo que no sabe por donde dirigirse para encontrar los ingredientes necesarios para guisar sus platillos favoritos.
¿Y tú, de donde acostumbras comprar los productos para realizar tus platillos favoritos de México? Cuéntanos qué ingredientes son dificiles de encontrar donde vives y cómo te los consigues. ¿De donde sueles comprarlos? ¿Hay algún mercado o tianguis en tu zona? Deja tus comentarios y sugerencias abajo y ayuda a alguien hallar los materiales para preparar sus deliciosas recetas. ¡Te lo agtadezerá!